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Entrevista a la traductora literaria, editora, correctora y docente Mercedes Guhl
7 de marzo, 2019
Como en cada una de las propuestas de lectura del blog, esta vez también pretendemos compartir el saber de nuestra profesión. Esta vez, tenemos el placer de contar con la disponibilidad, tiempo y amabilidad de Mercedes Guhl que nos da unas cuantas pinceladas sobre su trabajo como traductora literaria, editora, correctora y docente en México. ¡Disfrutad de la lectura!
- Empiezo con una pregunta bastante tradicional que me parece que todo lector quiere descubrir al principio de una entrevista. Quisiera preguntarte por tu recorrido profesional como traductora, correctora y editora. ¿Podrías explicar tu formación y experiencia profesional?
Pertenezco a una generación en la cual la mayoría de los traductores se formaban empíricamente. No había la abundancia de programas de formación de traductores que existen hoy en día, y en muchos lugares no existía ninguno.
Mi entrada al mundo de la traducción fue producto del azar: era una de mis funciones como aprendiz de editora, puesto al que llegué cuando estaba terminando la carrera de filosofía y letras. Mi prueba de admisión a la editorial fue traducir un álbum para niños.
Durante dos años aprendí varios oficios editoriales sobre el terreno, bajo la guía de mi jefe y de la directora editorial. Ellas revisaron cada palabra que traduje o corregí (y también las que dejé de corregir), y hablamos al respecto. Esa retroalimentación me enseñó mucho más de lo que hubiera podido aprender en un tiempo equivalente como estudiante. No estaba trabajando en ejercicios hipotéticos, y mis dos supervisoras tenían experiencia y fundamento para sustentar sus decisiones. Esos libros cuyos textos yo pulía irían a impresión y saldrían a librerías, a encontrarse con los lectores.
De los diferentes oficios editoriales que probé en esa temporada, la traducción fue lo que más me gustó, y me retiré para dedicarme por entero a ella. Pero no es cosa fácil presentarse como traductor sin credenciales que lo avalen, sin siquiera un título de bachiller en un colegio bilingüe. Así que unos años más tarde me lancé a hacer una maestría en estudios de traducción en el Reino Unido. No hubo mucho trabajo práctico, pero yo ya había tenido bastante, y sí hubo mucho de teoría, discusión en seminarios, redacción de ensayos. Los cursos de la maestría y la investigación para la tesis me dieron el marco de referencia para aprender a fundamentar una estrategia de traducción, para definir criterios que me permitirían decidir qué opción preferir en un determinado problema de traducción.
Tras terminar la maestría, regresé a mi país y empecé a combinar la traducción con docencia e investigación. La docencia se convirtió en un terreno de pruebas para teorías y enfoques, y también para cuestionar decisiones mías y de otros traductores. Fueron épocas de traducir muchos textos académicos, que siempre representan un desafío intelectual de un carácter diferente a los textos literarios. Si en literatura y ficción uno debe poder construir el mundo que hay tras las palabras, en ensayo académico debe ser capaz de dibujar el mapa conceptual y aproximarse a las nociones que se plantean.
Aunque dejé la docencia hace ya casi diez años, sigo participando en formación y perfeccionamiento de traductores siempre que puedo, con talleres y seminarios. En estos 20 años de combinar traducción y docencia, he ido dando un giro pues comencé centrándome en aspectos del dominio estrictamente lingüístico de la lengua extranjera, y hoy en día opino que la alfabetización en ambas lenguas es una faceta algo descuidada pero crucial de la formación de traductores.
- ¿Qué es lo que más te gusta de tu profesión y lo que menos? ¿Puedes explicarnos el por qué?
Lo que más me gusta son dos cosas: por un lado, que cada proyecto implica una nueva oportunidad de aprender algo, ya sea sobre el tema, la manera de abordarlo, el vocabulario o algún asunto más técnico del oficio mismo. Por otro, la sensación que me produce llegar a ese momento en que la traducción ya ha avanzado algo y he interiorizado el estilo y el vocabulario, y puedo traducir en una especie de flujo sin obstáculos, sin casi consultar el diccionario, porque ya tengo muy claro lo que pasa, dónde y cómo pasa, y la manera en que se narra.
Lo que menos: la cara oculta de lo solitario del oficio. Disfruto la soledad, y no creo que pueda traducirse bien de otra manera. Pero tiene su lado oculto, y negativo, que es cuando la soledad pesa. El hecho de pasar horas y horas sin hablar con nadie, inmersa en el texto, a ratos aliena un poco. Pero además me lleva a pensar que esa soledad conduce a mucho desconocimiento sobre nuestra labor: hablamos poco de lo que hacemos o cómo lo hacemos, o de qué se nos cruza por la mente mientras lo hacemos. Y eso a su vez contribuye al escaso reconocimiento que recibimos, pues nadie sabe bien qué hacemos y resulta fácil pensar que es sencillo o rápido y que puede hacerlo cualquiera, cuando sabemos que está muy lejos de tal cosa.
- ¿Qué es y en qué consiste la traducción editorial? ¿Qué diferencias hay entre la traducción editorial y la traducción literaria?
Me parece que el concepto de traducción editorial es relativamente nuevo. Yo no lo conocía, hasta que hace unos años al construir mi perfil en LinkedIn me pareció poco adecuado definirme como traductora literaria y anoté “traductora de libros”. Al explorar más la red, descubrí que parecía haber más colegas en el mismo dilema, y se habían definido como “traductores editoriales”. Así que lo veo como un intento de describir mejor nuestra ocupación: traducimos libros, y no todos encajan en la etiqueta de “literatura”. Yo diría que la traducción literaria es uno de los campos de la traducción editorial. Y que esta última podríamos definirla como traducción para publicación o traducción de libros, sean éstos de cocina, de ensayo, cómics, de gerencia y administración o textos educativos. La otra, la específicamente literaria, implica traducir un libro o una pieza literaria, y puede hacerse para un cliente diferente de una editorial, un autor, por ejemplo.
Estoy convencida de que podemos hacer esta nueva clasificación porque traducir un libro cualquiera implica un dominio tan bueno de la escritura como una novela, y además permite darle cabida a libros que muchos se resistirían a tachar de literatura, y que caen en un área gris porque su traducción sí tiene dificultades semejantes a las de un texto literario, aunque no sean un texto literario. Por ejemplo, me atrevería a decir que un texto argumentativo, como un ensayo, puede requerir un manejo de figuras retóricas más complejo que un cuento.
En resumen, tanto traductores literarios como traductores editoriales somos escritores al servicio de un original y sus lineamientos.
- Aparte de ser una amante de la lectura, de seguir conociendo nuestra propia lengua materna y de mejorar nuestro conocimiento de lengua(s) extranjera(s), de tener una mente analítica y de amar lo que se hace, ¿crees que tus ámbitos de especialización son accesibles a todo traductor que quiera aspirar a trabajar en este ámbito en concreto o hay que tener algunas predisposiciones más?
Me parece que lo que enumeras cubre más o menos la mitad del proceso de traducción, pero deja el resto fuera. Si analizamos la tarea de un traductor de cualquier campo y la reducimos a sus términos más generales, lo que hace, en esencia, es leer el original y escribir la traducción. Entonces, el amor por la lectura, la mente analítica, el conocimiento siempre en aumento de la lengua extranjera le vienen al dedillo a la parte relacionada con la lectura y comprensión del original. Para la segunda parte, la de redactar o escribir la traducción, no basta solo el conocimiento de la lengua materna. Es importante ser capaz de llevar ese conocimiento a la práctica, usar los recursos del idioma dentro de los parámetros del modelo de texto para producir una buena traducción, o bien subvertirlo todo, si eso es lo que plantea el original. Y es ahí donde entra el otro ingrediente que le falta al coctel que enumeras: una pizca de creatividad, necesaria para decidir cómo poner en juego los recursos lingüísticos de que dispongo, sin salirme del marco de juego que dicta el original. Pero no creo que esos dos elementos que agrego, destreza en la redacción y creatividad, se apliquen únicamente a la traducción literaria o a la editorial, sino a todas: materiales de divulgación en general, publicitaria, TAV, etc.
- Me gustan los retos y es así como me sentí cuando afronté mi primer encargo de traducción profesional aún cursando tercero de carrera. Empezar a traducir de forma profesional, permíteme que me arriesgue y lo enfatice con un “tan temprano”, me hizo sentirme valorada por el mercado. Quisiera preguntarte si ¿tuviste la misma sensación al entregar tu primer encargo de traducción profesional y si quedaste satisfecha con el resultado final?
Rueda por las redes sociales una frase atribuida a Richard Branson, el fundador y presidente de Virgin, que dice así: “Si alguien te ofrece una oportunidad increíble, pero no estás seguro de que puedes hacerlo, di que sí –luego aprende cómo hacerlo”. Me parece un consejo útil para determinadas metas, pero es peligroso aplicarlo por igual a todos los planes y sueños que uno pueda tener. Es importante disfrutar de los retos cuando eres traductor, pero no creo que eso quiera decir que puedas lanzarte a lo desconocido, aceptando un trabajo sin pensarlo dos veces, con la idea peregrina de que aprenderás sobre la marcha, porque puede resultar siendo el camino directo a un descalabro. Para atar eso con tu pregunta, estoy segura de que hay estudiantes que pueden hacer una buena traducción, pero tengo certeza absoluta de que tienes más probabilidades de obtener una buena traducción si contratas a un profesional.
Mi primer encargo de traducción fue una especie de examen de admisión para entrar a trabajar en una editorial, que era mi primer trabajo fuera de la universidad, cuando aún no terminaba la carrera. Era un álbum ilustrado para niños, que luego se publicó, cosa muy satisfactoria. Pero entre mi versión inicial y la publicada hubo una etapa de revisión por parte de mi jefe directa y la directora editorial, que llevó a una sesión de retroalimentación sobre mi texto. Mi trabajo pasó por un filtro, fue juzgado y comentado, y estos comentarios llegaron a mí para enriquecerme. Creo que solo en ese tipo de circunstancias un estudiante debería ejercer la traducción profesional. Además, si se para uno a pensarlo, hay una contradicción en el hecho de que un estudiante ejerza como profesional. Podemos hacer el intento de trasladarla a otras carreras para verla con más claridad: ¿Dejarías que un estudiante de medicina te hiciera una cirugía? ¿O que un estudiante de ingeniería diseñara un puente que se va a construir? Yo preferiría no hacerlo.
En cuanto a eso de sentirte valorada por el mercado, me parece que esa es una manera de verlo, pero hay más: me pregunto si lo que valoran no es más bien el hecho de que hacer un trato con un estudiante es más sencillo y barato que con un profesional. Como en general se sabe tan poco de lo que hacemos los traductores, el cliente promedio podrá preferir la informalidad de contratar a un estudiante (¡y sus tarifas!) en lugar de un profesional que quizás exija ciertos requisitos o el acceso a más información o tiempo de parte de alguien que despeje sus dudas, y mejor pago.
Es importante disfrutar de los retos cuando eres traductor, pero no creo que eso quiera decir que puedas lanzarte a lo desconocido, aceptando un trabajo sin pensarlo dos veces, con la idea peregrina de que aprenderás sobre la marcha, porque puede resultar siendo el camino directo a un descalabro.
- Tengo contacto con el mundo de la traducción en México donde tengo buenas amistades como Berenice Font de Transcreare o como el profesor David Huerta de la Universidad Nacional Autónoma. Como también tienes experiencia como docente de traducción, quisiera preguntarte si ¿crees que ha habido una evolución en cuanto a la enseñanza de la traducción en México durante los últimos años y si crees que se está yendo en buena dirección? ¿Qué te gustaría cambiar para mejor?
Vivo en México desde 2003, y mi primer trabajo en este país fue como profesora de traducción en una maestría en traducción e interpretación. Desde entonces, he visto aumentar la cantidad de programas, tanto maestrías como carreras de pregrado y, sobre todo, diplomados presenciales y a distancia. Además, el énfasis en traducción que solía existir en las carreras de idiomas también se ha hecho más sólido. Desde mi punto de vista, esto muestra un cambio positivo en la percepción del traductor y su labor, y se ha revaluado la necesidad de formar traductores, ofreciendo estrategias y vías para conseguirlo.
Pero hay aspectos de esta evolución que podrían modificarse y contribuirían a una mejora grande. Por un lado, en un país con más de sesenta lenguas indígenas, hay mucha actividad de traducción e interpretación entre el español y estas lenguas. Pero existe un “divorcio” entre las lenguas indígenas y las lenguas extranjeras. Mientras la traducción de lenguas extranjeras parece estar más ligada a la adquisición de estas lenguas, la traducción de lenguas indígenas cae en el terreno de la antropología y la lingüística. Si bien son esferas diferentes en cuanto al tipo de proyectos y encargos, hay zonas de intersección a través de las cuales podría tenderse un puente entre ambos terrenos del ejercicio traductor, que enriqueciera a ambos a partir de los desarrollos pedagógicos y teóricos en uno y en otro.
Por otro, un guiño a una de mis respuestas anteriores: hace falta un mayor trabajo en las competencias de lectura y escritura. El dominio de la segunda lengua debe ir más allá del enfoque comunicativo habitual en los cursos de lengua extranjera, porque el traductor no necesita comunicarse en esa lengua sino leer y entender a fondo. El dominio de la lengua materna, a su vez, debería profundizar en la redacción e imitación de formas y estilos. En otras palabras, un traductor necesita un nivel superior de alfabetismo, y en eso poco se trabaja. Se da por sentado, siguiendo la frase de Richard Branson, que eso se perfeccionará sobre la marcha.
- Desde el principio, cuando decidí abrir mi blog, quise crear una especie de leitmotiv con la idea de poder ayudarnos y aprender los unos de los otros. Creo que siempre habrá un especialista que esté mejor preparado que yo y del que yo pueda aprender para mejorar como profesional. ¿Qué consejo darías a un estudiante que quiera convertirse en traductor o a un traductor novato recién estrenado?
Me encanta esa visión de los blogs como espacio de “tertulia virtual”, pues contribuyen a liberarnos un poco de la soledad intrínseca de nuestra ocupación, y a ponernos a pensar en el crecimiento profesional. En cuanto a consejos para aspirantes y novatos, se me ocurren tres:
Primero que nada, un traductor debe afinar cierto sentido de la sospecha, una especie de tendencia a la duda: ¿Sí estaré captando todo lo que dice ahí? ¿Sí estoy plasmando todo? Esa sospecha o duda permite que uno se convierta en su primer filtro de calidad.
En segundo lugar, me parece crucial no olvidar el hecho de que toda traducción es perfectible, y que trabajamos en equipo con revisores y correctores. Ellos son lectores con una mirada levemente diferente, que no apunta a refutar lo que uno hizo, sino a pulir y mejorar. Con lo cual la traducción resulta muy superior.
Y, en tercer lugar, creo firmemente en la importancia de tener un mentor, o al menos un colega o compañero con quién hablar del trabajo, de los problemas con los que uno se topa y cómo los resuelve. Creo que la mejor manera de empezar la carrera profesional es bajo el ala de un traductor más experimentado que oriente tanto en aspectos del oficio en sí como en la relación con los clientes. Además de servir como ancla en la realidad, es el mejor antídoto contra la soledad.
Muchas gracias a Mercedes por todo y a vosotros por leernos siempre.
Una respuesta
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¡Excelente entrevista! La comparación con la ingeniería y la medicina me parece fantástica. Saludos desde Hobbs
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