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El polifacético traductor multitareas del siglo XXI: ¡yo!
3 de abril, 2019
Vivimos en una era digital en la que hacemos más que en otros tiempos: conocemos más programas de traducción asistida, encontramos más ágilmente glosarios y recursos válidos en la red y conectamos con especialistas de todos los rincones del mundo (incluso de los más remotos y olvidados). Pero no es solo eso. Resulta que también somos seres polifacéticos y multitareas porque sabemos de todo: fiscalidad, marketing, creación y posicionamiento en línea de nuestra marca personal, redes sociales y hashtags personalizados, somos blogueros asiduos, traducimos, interpretamos, transcreamos, corregimos y encima somos redactores de contenido. Todo ello de modo organizado y sincronizado. ¿Quién dijo que ser traductor fuese aburrido y monótono?
Nadie hubiera imaginado nunca todo lo que se puede aprender gracias a nuestro oficio. Si en todas las profesiones se dice que nunca se deja de aprender, afirmo rotundamente que en la mía no solo nunca dejo de aprender sino de sorprenderme lo mucho que hay que saber de todo lo que rodea esta profesión. Son esas «pequeñeces» que marcan la diferencia. He aquí algunos ejemplos:
Los traductores como especialistas en atención al cliente
Hay que saber buscar al primer cliente y a los demás que formarán nuestra cartera de clientes. Y no solo eso: hay que saber cómo tratar con ellos, qué ofrecer y qué límites trazar (es justo y necesario y cuanto antes se empiece mejor). Cada cliente es un mundo distinto y hay que saber qué técnica emplear para tenerlos felices y contentos (y estar satisfechos nosotros mismos con esta colaboración).
Los traductores como especialistas en marketing y comunicación digital
Poco más se puede decir. No hay que sacarse las carreras de marketing y periodismo pero casi que casi… Hay que aprender varios trucos del almendruco del mundo digital, de marketing para saber vender en línea los servicios que se ofrece y hay que saber comunicar bien: nada de faltas de ortografía, nada de saludar mal a un cliente, nada de tutear a quién no conozcamos y nada de estas cosas. Parecen aspectos de sentido común y muy básicos pero si los analizamos uno a uno nos damos cuenta de la enorme importancia que tiene, por ejemplo, redactar un correo electrónico con pies y cabeza, con acentos, sin copiar la estructura inglesa del inicio de una carta con el uso de la coma errónea con «hola, X,», etc. Y luego, claro está, si sabes de páginas web, de crear tu marca personal (sí, sí que ya no es suficiente con llamarse «Charmander Traducciones» así por lo bonito y por ser original) y, encima de los encimas, saber posicionarse con palabras clave (lo siento, soy partidaria de emplear el término en español porque lo de «keywords» no cuela si nuestra lengua dispone del mismo término), saber crear un logo mínimamente decente, no emplear imágenes de fondo con marca de agua, etcétera de los etcéteras. Y que si encima tengo una página web y blogueo ya soy de lo más auténtica: mis clientes ya no solo podrán conocerme desde el lado oficial de la presentación que hago de mi «yo misma» en la web sino que podrán apreciar lo muy especializada que soy en el ámbito en el que vendo mis servicios profesionales. ¿A que mola?
Los traductores como especialistas en publicidad y relaciones públicas
Porque llevarse bien con compañeros de profesión puede ser un beneficio para ambos bandos. Y hay que saber de esto también. Hay que saber presentarse a los demás y hacer publicidad de una misma. Se tiene que ser buena en lo de relacionarse con otros colegas, nada de quedarse escondida detrás de la pantalla con la excusa de hacer el último test de calidad para ese cliente tan importante. Hay que saber de relaciones humanas, públicas y digitales.
Los traductores como especialistas en fiscalidad y finanzas
¿Que no sabes cómo crear una factura, darte de alta como autónomo, pagar las cuotas que hay que pagar cuando hay que hacerlo, y calcular, calcular y hacer más cálculos infinitos? ¿Que lo tuyo no eran los números sino las letras? Recórcholis, mecachis y jopetas… Hoy no es tu día de suerte, pero no te desesperes que tienes material para dar y regalar en línea gratis y a tu disposición personal para seguir con tu formación con los numeritos. ¡Suma y sigue!
Los traductores como especialistas en interpretación, transcreación y reformulación
Desde el primer segundo de nuestras vidas interpretamos significados, ya sean escritos, orales o señales de humo. Ahora también, interpretamos emojis, hashtags y mensajes de WhatsApp e intentamos traducirlos de modo fácil. Empleamos la transcripción en todos sus sentidos y dimensiones (probablemente sin darnos cuenta de ello). Reformulamos textos enteros para intentar mantener una estructura limpia y sencilla que transmita naturalidad y espontaneidad en nuestra lengua meta. ¿Sigo?
Los traductores como especialistas en didáctica de la traducción
Los que hacemos un montón de cosas estamos acostumbrados a que nos pregunten que en qué nos especializamos «es que lo haces todo, chica y me es difícil reconocer un hilo conductor». Es que hoy día no basta con trabajar y estudiar hay quién sigue interesada por la rama de la investigación y tira por ahí. Ese es mi caso, que como ayudo en línea a colegas novatos sin ánimo de lucro ahora también quiero hacerlo de modo profesional con un título de más que, encima, me permita llamarme «doctora» cuando me compre el billete con Lufthansa o SwissAir (que estos sí diferencian entre: señor, señora y doctora y doctora) y dar alguna que otra clase para contar historias interesantes que se puedan demostrar científicamente. Pues eso, que ahora también quiero ese título y todo lo que comporta tenerlo: pagar más tasas universitarias, vivir al límite entre la realidad y un mundo paralelo trazado para sobrevivir y sobrellevar el peso de una investigación, coordinarte lo mejor que puedes entre encargos de traducción y tutorías de doctorado semanales por Skype, mandar resúmenes para ir a congresos y pagarte tú misma el billete, el hotel y las tasas de inscripción y todo lo demás. Aunque conlleve tiempo, dedicación y un esfuerzo titánico: me gusta. Me gusta la didáctica, enseñar, explicar y justificar una elección mediante una metodología científicamente comprobada (mola decir esa última parte de la frase en la que te sientes importante y todo, ¿eh?).
Somos seres polifacéticos y multitareas porque sabemos de todo: fiscalidad, marketing, creación y posicionamiento en línea de nuestra marca personal, redes sociales y hashtags personalizados, somos blogueros asiduos, traducimos, interpretamos, transcreamos, corregimos y encima somos redactores de contenido
Y se podrían describir más y más casos. Eso sí, si haces lo que te gusta y disfrutas de esos momentos de satisfacción: los numeritos, las tasas universitarias y los clientes pesados también se agradecen. Porque todo esto me forma a mí misma, a una traductora polifacética difícil de definir. Porque todo esto te define, traductor o traductora, principiante, novel, novata o estudiante de TeI-futura traductora (cómo mola escribir eso en tu cuenta de Twiter, ¿verdad?) o colega de profesión con treinta años de experiencia a tus espaldas. Porque te gusta tu oficio, porque te gusta transmitir mensajes de una cultura a otra, ayudar, cerciorarte de que tu opción es la mejor para esa estructura lingüística y todo lo que comporta tu decisión. Somos traductores, somos polifacéticos y multitareas.
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