Hay más de un millón de distintos motivos por los que deberíamos educar al cliente. Podemos empezar a enumerarlos uno a uno y seguramente nos enfrentaríamos a mil y una situaciones en las que nos hemos encontrado a lo largo de nuestra carrera. Desde el blog, queremos presentaros algunos de los casos más significativos de nuestra profesión y animaros a que compartáis los vuestros para que entre todos podamos sacar mayores conclusiones y educar a nuestros clientes del mejor modo posible.
(A) El caso del «hola soy amigo de… ¿Hablas francés?»
Cuidado con los amigos de los amigos de nuestros amigos. Si debemos escoger entre quién es nuestro peor enemigo dudo entre este caso y el del familiar (próximo o lejano, me valen las dos variantes). Normalmente, son «clientes» que pretenden exigirnos un favor por tener algún tipo de vínculo con nosotros y, generalmente, todo empieza por preguntarnos si conocemos una lengua para luego meternos un encargo gratis por su cara bonita, así, porque ellos lo valen.
(B) El caso del cliente cómodo que te manda una primera versión del texto y luego te dice que te mandará unas cuantas actualizaciones más
Pues va a ser que no. Que no es como cuando actualizas la aplicación de Facebook en tu móvil de última generación en 3, 2, 1, listos, ¡ya está! Se trata de clientes que no paran de actualizar un archivo constantemente varias veces al día y que te bombardean con correos, e-mails, tuits, comentarios por Facebook y mensajes de humo porque a estas alturas de la conversación hacen falta para que te des cuenta de los cuarenta cambios nuevos que han hecho en cada párrafo de las ochenta páginas del documento.
(C) El caso del cliente que te llama exigiendo una traducción que no te ha pedido que hagas
¿Pero cómo puede ser que no le hayas enviado la traducción puntualmente y tenga que molestarse en llamarte y exigírtela? ¡Ostras, cuidadín que el cliente se ha equivocado! ¡Que no era para hoy martes sino para el martes de la semana que viene pero no se ha fijado en el calendario! Hemos apagado un incendio para encender la mecha de otro…
(D) El caso del cliente que no entiendo por qué tardas tanto con la traducción si total con (el) Google Traductor es un clic
Nos hemos tomado la libertad de añadir el artículo «el» entre paréntesis, así, porque nos ha gusta(d)o como queda (y seguramente a este cliente en muy particular, pues casi que también). Pues eso, que con toda la tecnología que tenemos a nuestro alcance tardamos demasiado: el cliente se limita a destacar la maravillosidad de «Google Traductor» como único instrumento a nuestro alcance, sin tener en cuenta los diferentes diccionarios que existen, olvidaros también de la memoria de traducción, de consultas a especialistas, conocimiento de terminología especializada, etc. ¿Para qué lo necesitamos si total con un clic se arregla todo?
(E) Si conoces chino hazme una inversa ¿porque total conoces la lengua no? Ah y de paso dime cómo pido una cerveza cuando vaya de vacaciones a Hong Kong
¡Marchando una ración de inversaaaaa! Venga que no tiene que ser tan difícil: te pasas cuatro años estudiando la carrera, tienes acceso a mil y un programas para mejorar tu conocimiento de la lengua, has hecho voluntariados y tres programas Erasmus en Guangzhou, Chengdu y Shijiazhuang de seis meses cada uno, tienes amigos chinos y estas 30 páginas para mañana son pan comido. ¿Ah pero no eres un diccionario con patas? Me decepcionas…
Volvemos a recalcar la importancia de educar a nuestros clientes que desconocen nuestra profesión. Hace poco, leíamos en un grupo de Facebook, en el que hay más odio que amor por nuestra profesión, que como no tenemos un órgano oficial que se ocupe de difundir este tipo de aclaraciones a un público más general era mejor tirar la toalla. Por otro lado, recalcamos que hay mucho guerrero suelto que reivindica este tipo de obviedades, no tan claras a medio mundo, y que estos «pequeños» actos marcan la diferencia. Otros vikingos le sacan brillo a su escudo y a su espada para eliminar cualquier tipo de duda y encender la luz que ensombrece la visión del cliente con explicaciones enciclopédicas dignas de un entero programa de Netflix de ocho temporadas.
Seguro que entre todos recopilamos más y más casos. Desde el blog, queremos conocerlos y descubrir qué receta mágica tenéis para cada uno de ellos. ¿Quién se anima a compartir su historia y a dar alguna que otra pista sobre cómo ayudar a otros compañeros de profesión en dificultades? En esta cruzada sin fin, ¿con qué personaje o superhéroe os sentís identificados? Nosotros con la heroína de la imagen, porque una imagen vale más que mil palabras, ¿verdad?
Deja una respuesta